Un beso de la Poesía - Julieta Atenas
Empiezo por tus pies, amor mío,
donde la tierra se funde con tu esencia,
como raíces que se anclan al cosmos
y bebe de su savia la inmortal paciencia.
Tus pies son la cuna de la humanidad,
el inicio del sendero que conduce al Edén.
Beso cada curva, cada línea,
porque en ellas se encuentra el mapa del bien.
Subo despacio, amor mío,
por tus tobillos de mármol tallado,
allí donde el movimiento es poesía,
donde danzas aunque estés callado.
Tus piernas, amor, son columnas de templo,
altas, firmes, que sostienen la eternidad.
Las recorro con mi boca como un viajero perdido
que encuentra en su piel la verdadera verdad.
Llego a tus rodillas, amor,
y allí me detengo, no por cansancio,
sino porque siento que estoy ante portales,
umbrales divinos de sublime encanto.
Las beso con devoción,
como quien adora el mármol,
y continúa mi viaje sagrado hacia tu ser
como un río que fluye hacia lo deseado.
Tus muslos, mi amor,
oh, tus muslos son vastedades celestiales,
donde la piel susurra secretos
que ningún Dios pudo jamás contarles.
Son campos fértiles de vida y deseo,
donde me pierdo y me encuentro a la vez,
donde siento que cada beso es eterno,
y cada caricia un renacer.
Subo más, amor mío,
hasta tu vientre, donde el universo palpita.
Tu ombligo es un ojo al infinito,
un centro donde toda la creación gravita.
Lo beso, lo acaricio con mis labios,
y siento que en él se esconde el origen.
Allí donde la vida se hizo palabra,
donde el verbo se hizo por fin visible.
Continúo, amor mío,
hasta tu pecho, donde laten galaxias enteras,
donde cada suspiro es un eco
de las primeras estrellas.
Tus clavículas son senderos hacia lo eterno,
y tu cuello, un pedestal de alabastro,
que conduce a la cima de mi adoración,
a la morada donde reina el canto.
Tu rostro, mi amor,
es el lienzo donde el universo pintó su belleza,
cada trazo es un milagro,
cada curva, un poema de pureza.
Tus labios, oh, tus labios son el edén prometido,
el lugar donde todo empieza y termina,
donde mi amor encuentra sentido,
y mi alma, su más dulce rutina.
Te beso en la boca, mi amor,
y en ese instante todo se detiene,
porque el tiempo comprende que no tiene sentido
si no es para verte.
Tu mirada, amor mío,
es el sol que ilumina las galaxias.
Tus ojos verde agua son aguas profundas,
donde naufrago, feliz, en su magia.
Oh, Musa del alma mía,
en este viaje a través de tu ser
encuentro lo divino,
y entiendo el porqué.
Porque tú eres la palabra que siempre busqué,
la diosa que da sentido a este universo,
la poesía hecha carne, la vida,
la razón por la que el amor existe y persiste.
Julieta Atenas
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