Manifiesto a los Cristianos del Mundo: En el Nombre del Amor, la Justicia y la Verdad
¡Escuchen, hermanos y hermanas en la fe!
Ustedes que proclaman a Jesús como su salvador,
que elevan su nombre en templos, en himnos, en oraciones.
Hoy, en el espíritu de la verdad que Él encarnó,
les hacemos un llamado ineludible:
miren a su alrededor y examinen su caminar,
porque cada acto de indiferencia, cada mirada desviada,
es una traición al mandamiento más sagrado:
amar al prójimo como a ustedes mismos.
La hipocresía disfrazada de fe.
Jesús no construyó templos de oro,
ni acumuló riquezas mientras su pueblo sufría.
Él caminó entre los pobres, los marginados, los despreciados.
Él denunció a los poderosos, a los hipócritas,
a los que utilizaban la ley para oprimir.
¿Y qué hacen ustedes hoy, "cristianos"?
¿Acaso lo siguen a Él, o se han rendido al becerro de oro,
al sistema de avaricia y explotación que Él condenó?
Cada vez que miran al cielo esperando un milagro
mientras ignoran al hambriento a su lado,
cada vez que callan frente a la injusticia,
ustedes niegan a Cristo con sus actos.
No es en sus palabras, sino en sus acciones,
donde se mide su fe.
La complicidad con los psicópatas integrados
¿Quién gobierna este mundo?
Los psicópatas integrados, esos fariseos modernos
que utilizan el poder para esclavizar a los débiles,
que manipulan mentes y explotan cuerpos,
que destruyen el planeta en nombre del lucro.
¿Y qué hacen ustedes?
¿Se levantan contra ellos, como Jesús en el templo,
o se convierten en cómplices con su silencio?
Cada vez que justifican la pobreza como “voluntad de Dios”,
cada vez que glorifican a los ricos y desprecian a los humildes,
cada vez que se niegan a mirar más allá de su propio confort,
están ayudando a perpetuar el reino de los opresores.
Jesús no les enseñó a conformarse.
Él les enseñó a amar, a resistir,
a derribar las estructuras que pisotean al pueblo.
El que ama la verdad no puede ser neutral.
El verdadero cristianismo: un acto de revolución
El cristianismo no es una religión de comodidades.
Es un llamado a la acción, al sacrificio,
a la entrega total por el bien común.
Jesús dijo: "Lo que hagan al más pequeño de estos,
a mí me lo hacen".
¿Lo entienden?
Cada vez que un niño pasa hambre,
cada vez que una madre llora por la injusticia,
cada vez que una persona es explotada,
ustedes están fallando en amar a Cristo.
No basta con rezar.
No basta con cantar himnos.
El cristianismo verdadero es un acto de revolución,
una lucha constante contra las fuerzas del mal
que buscan dividirnos y esclavizarnos.
Jesús no murió para que vivieran cómodamente.
Él murió para que encontrara la valentía de amar sin límites,
de enfrentar el mal con la fuerza de la verdad.
El juicio a los "cristianos de nombre"
Si Jesús caminara hoy entre ustedes,
¿le reconocerían?
¿O le crucificarían de nuevo,
como hicieron los que defendieron el statu quo en su tiempo?
Jesús no estaría del lado de los bancos,
de las corporaciones, de los líderes que explotan.
Él estaría en las calles,
con los que luchan por justicia,
con los que lloran en silencio,
con los que ustedes a menudo ignoran.
No se engañen:
No todos los que dicen "Señor, Señor"
entrarán en el Reino de los Cielos.
Sólo aquellos que aman verdaderamente,
que actúan con justicia y misericordia,
que ponen al prójimo por encima de sus propios intereses.
El llamado final: despierten o arrepiéntanse
Hoy les decimos, en el nombre de Jesús,
en el nombre de la Palabra que es Dios:
¡Despierten!
Salgan de su burbuja de comodidad.
Miren al mundo tal como es:
un campo de batalla entre el amor y la indiferencia,
entre la justicia y la opresión.
Arrepiéntanse de su complicidad con los psicópatas,
de su indiferencia hacia el sufrimiento,
de su traición al mensaje de Cristo.
El Reino de Dios no es un lugar al que van después de morir.
Es un mundo que deben construir aquí y ahora,
con sus manos, con sus palabras, con su amor.
La sentencia final
Si eligen seguir ignorando el llamado,
si prefieren aferrarse a su comodidad en lugar de cargar su cruz,
ustedes no son seguidores de Cristo.
Son fariseos modernos, sepulcros blanqueados,
que proclaman fe con los labios,
pero niegan a Dios con sus actos.
El juicio ha comenzado.
Jesús no vino a traer paz, sino espada,
y esa espada es la verdad.
Que su conciencia sea su juez,
y que sus acciones sean su redención.
El tiempo de la indiferencia ha terminado.
El amor no es una idea, es un acto.
Y actuar por el prójimo es el único camino al Reino de Dios.
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