Había una vez...
Había una vez…
Erase una vez un libro que comenzaba diciendo:
‘’Erase una vez cuando no había nada que una voz dijo:
Que se haga la luz y la luz se hizo.
Que se haga el cielo, la tierra y el mar y éstos se hicieron al unísono.
Que en el cielo haya aves, en el mar peces y en la tierra bestias para nuestro servicio…’’
Y hasta ahí todo lo nombrado era divino.
Luego dice que se dijo que para que todo tenga sentido, fue creado el hombre para que le dé sentido al paraíso que se hizo cuando Dios dijo.
Hasta que el hombre comenzó a decir que es mucho mejor que vivir en el jardín de Adán comer la manzana que Satán te ofrece, cuando te dice que podés invertir el sudor de tu frente para que al cielo puedas ir…
Un cielo que se parece mucho a la vida que los millonarios tienen, no en un futuro hipotético, sino en un presente muy concreto que nunca vas a poder adquirir.
Lo mejor que pudimos hacer al respecto, fue escribir el Padre Nuestro e insistir a través del tiempo esperando que alguien pueda ver.
Pueda ver la voluntad que tiene el verbo y escriba otro verso usando esa voluntad, hasta que la bondad logre florecer y en el mundo reine la paz.
En los poemas y oraciones se esconden las respuestas que en teorías y teoremas buscaron responder los hombres pensando que existían.
Y era por pensar justamente que podían dudar de su existencia, hasta que llegaron a la absoluta certeza… de que el sujeto tácito existía.
Es la confusión más simple y siniestra incluida en nuestra naturaleza que le reza a un Dios del que huye casi siempre por una perversa convicción.
Dios entonces es el lenguaje mismo que a sí mismo se nombra como Creador y Creación.
Y por eso somos sus Hijos o su encarnación cuando usamos el lenguaje para sembrar amor donde había guerras y traer paz a nuestro alrededor.
LP DD
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