El dolor invisible


Veo tanto dolor en el mundo

que me quedo muda de pavor

y empiezo a pedir por favor

que no permanezcamos mudos.

Siento un nudo en el corazón

cuando escucho los insultos,

que pronuncian con rencor

aquellos pobres moribundos.


¿Vale la pena sufrir por amor?

O sólo es algo que decimos

para que no se note el rencor

que en dinero convertimos.

Si hoy se financia el terror

para negar los genocidios

y los campos de concentración,

quiere decir que nos perdimos.


Si hoy vale la pena estar vivo

es porque vivo entre las penas

por las que el pueblo toma vino

y le canta tangos a Malena.

En mi garganta no hay arena

y en mi canto no hay olvido,

vivimos perdidos entre guerras

a las que preferimos no haber ido.


Es a pesar de las penas que recito

e insisto en superar las diferencias

que sostenemos con la ciencia

capaz de convertir el agua en vino.

Esa ciencia que esconde lo divino

entre adjetivos que señalan conciencia,

es la esencia que señaló El Principito

cómo invisible a nuestra incompetencia.


En la competencia hay sacrificio

y en el vicio está la carencia

que nos anestesia del algoritmo

escondido en las obras maestras.

Se repite desde hace siglos

y es una eterna moraleja,

una que nunca aprendimos

porque vivimos tras las rejas.


LP DD


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