La noche

 La noche


Larga sucesión de hechos deformes,

Conforme avanzan los desechos,

tropezando conmigo misma vivo y muero;

Y en ese lecho nos mantenemos conformes.


Y el informe que escribimos,

Inscripto lleva el nombre,

De los hombres que morimos;

Cuando perdemos el norte.

Arduo monte al que subimos,

Cargando nuestras cruces;

Y sin llegar a ver las luces,

Nos crucifican los suicidios.


En este purgatorio frío,

Que en hastío convertimos;

No somos Cristo pero lo mismo,

Entre homicidas convivimos.

Y son los vivos tus verdugos,

o el orujo de tu vino;

que hoy vino a señalar el dramaturgo,

mientras en éste poema uno los hilos.


Para que el libre albedrío,

sea el alarido que nos reúne;

es necesario que los transeúntes,

aprendan a el rosario de alaridos.

O en el calvario seguiremos,

muriendo entre los ciegos;

Y se nos morirá el abecedario,

que Silvio cantaba en sortilegios.


En los cementerios que visitamos,

cuando estamos satisfechos;

bajo ese cielo por más que insistamos,

sólo veremos los colegios.

En los que, en arpegios y en espantos,

plantamos los sacrilegios;

Agrio ácido que bebieron los santos,

y que de santo no tiene un pelo.


Son los ceros de las cifras,

los que afilan las cadenas;

en carteras que a las rifas,

inflan con zetas enfermas.

Qué a cometas y en porfía,

desvían de la esfera;

que trajera a la poesía,

nuestra novia pasajera.


En esas noches sin estrellas,

que en metralla ponen el broche;

y entre coches se estrella,

la belleza del sinsonte.

En esos horizontes donde penas,

las penas que son tus brotes;

En esos simbiontes tú te mellas,

las muelas de tus dones.


La noche, templo oscuro 

donde deambulan visiones;

La noche forja de tesónes

que alumbraron tensiones.

Oh noche siniestra donde pecadores,

vamos los pescadores a tientas;

no me mientas en los horrores,

que en mi errores, hoy se reinventan.


No son mías las certezas,

yo solo tengo rejas y porfías;

Ave María dame la entereza,

de alejar de mí cabeza las cornisas.

O será premisa la sutileza,

que en la bajeza me mantenga cautiva;

y ya está mi alma adolorida,

de vagar por la vida sin fortaleza.


LP DD



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