Enamorate de Ella

 Enamorate de ella


Enamórate de la poesía,

no de esta pecadora impertinente;

que va tecleando, jactanciosa,

con los dedos como puede .

Y que ansiosa no se resigna,

a ser el amor de tu vida;

porque mí vida es el amor,

que yo tengo por la poesía.


Y si me acaparas me destruyes,

o caigo muerta yo misma;

porque soy una ave libre,

que canta, ríe y te despista.

Podés bailar con migo,

algún domingo en una misa;

bajo el sol del mediodía,

en canciones que trinan.


Podés besarme en la boca,

en las estrofas que recitas;

volando en ave Marías,

que dejan tus labios dulces.

O podés acariciarme,

entre dibujos que dibujes;

que serán los calambures,

o la miel de los azules.


Pero por favor no te detengas,

cuando llegue el ocaso;

porque el sol no se detiene,

y amanece a su paso.

Yo tampoco me detengo,

y no busco en el pasado;

es un dado muy pesado, 

que con dudas está cargado.


Nos vemos en los sueños,

que cuando estamos juntos, soñamos;

o que sueñan los poetas,

cuando ya no tiran los dados.

Y escriben lo que quieren,

sin calambres de escritores;

que ya no paralizan su manos,

y resucitan los corazones.


Es en ese mundo etéreo,

donde sobran las palabras;

y Melinfluencian los dibujos,

que de la poesías son las alas.

Ese mundo escondido,

donde se convierten en poemas;

el dibujo y las palabras,

que hasta aquí nos han traído.


No te caigas,

y si lo haces te levantas;

o escucharás en otra garganta,

una voz que te reclama.

Levántate y anda,

querida Lazara es madrugada;

y si en mí hoy te tropiezas,

No verás la luz del alba.


Seguirás pagando caras,

todas las luces que se te apagan;

y te quedarás en la oscura,

fría soledad del alma.

Donde la luz se ve en puntos,

finales de túneles distantes;

que se unen todos juntos,

cuando del túnel por fin sales.


Prefiero pecar de ambiciosa,

pensando que de mí se enamora,

la poesía en estas estrofas;

sin premeditación ni armonía.

Que pretende alevosa,

salir corriendo de mí vida;

diciéndome hermosa,

en tus manos estoy perdida.


Cada vez que lo intentamos,

terminamos en el cementerio;

ya son muchos los milenios,

que lo vienen confirmando.

¿No te acordás de John Lenon,

en la puesta del hotel?

O del crucifijo aquel,

que sorteo en sortilegios.


Yo renuncio lo prometo,

a cometer ese pecado;

O terminaré como un pescado,

rabioso con el tiempo.

Prefiero no hacer el intento,

qué otras veces he intentado;

Si ya conozco el camino,

Pa’que me voy a quedar al costado.


Francisca Chavez 


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